Amar a puños cerrados era ese atormentado escrúpulo de considerarse unos privilegiados entre los refugiados, porque su casa les parecía un palacio en comparación con las chozas de los lugareños y con las tiendas de plástico de los acogidos en Nyamirangwe. Amar era su obsesivo pensamiento de que la presencia de los hermanos dejaba traslucir otra presencia mayor, la del amor de Dios; y que para muchos refugiados sólo estar presentes entre ellos era un hilo de esperanza. El suyo era un amor que se mantuvo fiel a pesar de tantos pesares. Cumplieron con lo que consideraban su deber y por su condición de maristas se entregaron a la educación de siete mil niños en condiciones imposibles, casi siempre; con la atención de levantar para los mayores una aulas dignas.

Estaban muy concientes de lo que podría ocurrirles en cualquier momento, pero poco les importaba, dieron sus vidas por estos refugiados y fueron acribillados y lanzados a un pozo negro por la milicia. El conflicto en Ruanda dejó para los maristas del mundo un gran ejemplo de entrega al que sufre , hasta dar la vida si fuese necesario. Querido Hermano Fernando , los Maristas de Chile te recuerdan con cariño.